Padres e hijos

Límites para dos, ponle fin a la rivalidad entre hermanos

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Tus hijos compiten por todo: quién tiene más papas fritas en su plato, a quién le dieron el mejor regalo, a quién ama más el perro… su rivalidad es desesperante para ti, así que quizá te preguntas «¿toda la vida será así, ¡qué puedo hacer!?

Algo necesitas saber: su rivalidad es por ti. A lo mejor no te habías dado cuenta de que eres parte de la ecuación, pero es así casi siempre: el fin oculto de la rivalidad entre hermanos y de sus peleas es conseguir que des la razón a uno, quieren ser tu favorito.

Por eso, tu respuesta ante este sentimiento es fundamental justo ahora que están creciendo, pues si bien siempre sentirán tal rivalidad (hasta cuando sean adultos, porque es biológica, es decir, pelean por su territorio, que eres tú), si sabes ponerles límites desde ahora, ellos sabrán manejar este sentimiento y sobre todo, aprender de él, sacar lo mejor de él.

¿Cómo encauzar esta rivalidad?

Un ejemplo: Vas al cuarto de tu hijo mayor, ves al menor llorando, y al grandecito abrazando su juguete: «No me deja jugar, siempre quiere mis juguetes», dice el mayor.

¿Cómo reaccionar a la situación para no crecer la rivalidad, sino que aprendan lo que no deben hacer?

Al grande podrías decirle: «Sé que es duro querer jugar solo y que no te dejen; a lo mejor podrías irte en lugar de pegar».

Y al pequeño: «Comprendo tu deseo por jugar con tu hermano, pero si dice que no, debes hacerle caso».

Hay una premisa en cualquier situación de rivalidad: hay suficiente para todos. Si les transmites que hay suficiente para todos (suficiente amor, sobre todo), harás la rivalidad más llevadera. Dales seguridad evitando compararlos o tomando partido por uno u otro, atendiendo a cada uno en sus necesidades, mostrando que los aceptas en sus diferencias.

¿Están peleando?

No puedes desaparecer para que no se peleen, tampoco dividirte ni siquiera puedes ni debes tratarlos por igual, puesto que son diferentes. Pero puedes responder a su rivalidad de forma que su conflicto les sirva para crecer y aprender. ¿Cómo?

  1. Ponte en calma. Porque, de lo contrario, se puede despertar, a su vez, toda tu agresividad. Y si respondes con gran enfado, sólo avivarás el fuego entre ellos.
  2. Separa a los niños. Hace falta cierta distancia, física y emocional, para afrontar la situación.
  3. Siéntate con ellos. Asume una actitud, no de juez, sino de observador, sin tomar partido por ninguno de tus hijos ni intentar encontrar culpables.
  4. Mostrar comprensión hacia ambos y dejar que asuman su responsabilidad: qué hiciste uno y qué hizo el otro hermano. Ayudánlos a encontrar su parte en el conflicto.

¿Qué no funciona?

  • Buscar al culpables. Aunque lo intentes con imparcialidad, es inútil. Si entras en esa dinámica («a ver, quién empezó, qué hiciste tú, y tú cómo respondiste»), sólo conseguirás que intensifiquen sus peleas, ¡con la esperanza de ser elegidos inocentes!
  • Tomar partido. Es como echar leña al fuego y una fuente de injusticias. Porque, además, en el fondo jamás sabrás quién empezó y qué pasó. A lo mejor quien llora es el pequeño, pero quizá inició provocando con un gesto sutil, sabedor de que cuando grita acudes y regañas a su hermano. O al contrario. Tal vez el mayor provocó al menor con serenas y calculadas palabras («no jugaré jamás contigo»), y éste, que aún no sabe controlarse, pegó.
  • No funciona negar o inhibir la agresividad. Nuestra cultura reprime la agresividad, pero negarla o prohibirla sólo la alimenta.

Tips prácticos

  • Deja que expresen sus sentimientos.
  • Si insisten en reclamar tu atención cada vez que se pelean, debes decirles que dejen de molestarte por tonterías.
  • Concéntrate en la solución y no en los detalles. Evita preguntas del tipo «¿por qué has pellizcado a tu hermano?».
  • Averigua por tu cuenta qué puede estar originando conflictos y establece la solución más conveniente para ambos niños.
  • Ignora los chismes. Lo mejor en esos casos es decirles: «Siento mucho que te lleves tan mal con tu hermano «.
  • Nunca les grites cuando se pelean; ni los castigues.
  • Tampoco le pongas etiquetas al niño de «peleonero», «diablito»…
  • Enséñales el valor de las palabras y que con ellas se pueden expresar los sentimientos y la ternura, pero también, producir mucho daño.
  • En el caso de niños excesivamente agresivos, toma nota de sus manifestaciones violentas para averiguar qué las provocó y encontrar el modo de evitarlas.
  • Enseña a tus hijos a permanecer en calma ante una provocación.
  • Felicítalos cuando cooperan entre ellos, jueguen y se lleven bien.
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